“Aquel que no conoce su pasado, está condenado a repetirlo” (Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, poeta y filósofo).
Esta celebre reflexión se ha demostrado totalmente acertada con el transcurrir de los tiempos, hechos y acontecimientos; no voy a ser yo quien la discuta pero sí, tal vez, quien la complete.
La cuestión es que, en los últimos años, hemos experimentado un crecimiento de una cierta “venganza democrática” con nuestro pasado dictatorial hasta el punto de influir en toda la población, social y económicamente de una forma exasperante.
Habiendo pasado ya 35 años, se puede decir que prácticamente, la mayoría de las generaciones funcionales de presente y futuro en este país, están fuera en el tiempo de lo que antaño aconteció.
Ya no son padres, tíos o hermanos los que sufrieron de la guerra (¡Ojo! 1936-1939) y el posterior régimen franquista si no que, son abuelos y familiares y conocidos lejanos.
No entienden la derecha y la izquierda como sus predecesores –aunque se les intente inculcar de este modo-.
Ya no asocian llevar la bandera de España en una camiseta con ser un facha -que significa franquista para la mayoría de ellos- ni asocian a un ateo con un comunista.
Por tanto, puede ser muy lícito que, aquellos que necesiten encontrar a sus desaparecidos de aquella época, reivindiquen una ley que les permita hacerlo, si así se sienten mejor. Pero desde luego, lo que es completamente superficial, gasto de energía y dinero inútil y por qué no, ganas de tocar las narices a todo el personal es, exigir que de la noche a la mañana se hayan de cambiar los nombres de las calles que hacen alusión al anterior régimen con lo que ello implica en tiempo y en dinero sobre todo, a pequeños comercios –seguro que a la mayoría de las asociaciones por la “memoria histérica” y a los políticos de turno no les ha afectado-. ¿A cuántos creen estas asociaciones que, de las generaciones actuales, les importaba como se llame tal o cual calle? ¿No podría haberse producido un cambio natural con el paso de los años? No me extenderé más en ejemplos absurdos aunque, haberlos, ahílos.
Como conclusión, personalmente veo todo esto inútil y, por lo menos en mi caso, entiendo que mis familiares hubiesen preferido seguir en aquella cuneta olvidada a cambio de verme a mí seguir con mi vida, disfrutar de mi libertad como ellos no la disfrutaron y centrarme en contribuir a mejorar el presente y el futuro de este país. Destinar esos recursos económicos a otras empresas más fructíferas y normalizar, aún más si cabe, la actual democracia y libertad que algunos, de estilo “vintage”, siguen llenando de retajos del pasado que ya no tienen lugar.
Volviendo al comienzo de estas líneas, completo: “Aquel que no conoce su pasado, está condenado a repetirlo y, aquel que no es capaz de dejarlo atrás, está condenado a vivir sumido en él.”
El Listillo De Turno.
Esta celebre reflexión se ha demostrado totalmente acertada con el transcurrir de los tiempos, hechos y acontecimientos; no voy a ser yo quien la discuta pero sí, tal vez, quien la complete.
La cuestión es que, en los últimos años, hemos experimentado un crecimiento de una cierta “venganza democrática” con nuestro pasado dictatorial hasta el punto de influir en toda la población, social y económicamente de una forma exasperante.
Habiendo pasado ya 35 años, se puede decir que prácticamente, la mayoría de las generaciones funcionales de presente y futuro en este país, están fuera en el tiempo de lo que antaño aconteció.
Ya no son padres, tíos o hermanos los que sufrieron de la guerra (¡Ojo! 1936-1939) y el posterior régimen franquista si no que, son abuelos y familiares y conocidos lejanos.
No entienden la derecha y la izquierda como sus predecesores –aunque se les intente inculcar de este modo-.
Ya no asocian llevar la bandera de España en una camiseta con ser un facha -que significa franquista para la mayoría de ellos- ni asocian a un ateo con un comunista.
Por tanto, puede ser muy lícito que, aquellos que necesiten encontrar a sus desaparecidos de aquella época, reivindiquen una ley que les permita hacerlo, si así se sienten mejor. Pero desde luego, lo que es completamente superficial, gasto de energía y dinero inútil y por qué no, ganas de tocar las narices a todo el personal es, exigir que de la noche a la mañana se hayan de cambiar los nombres de las calles que hacen alusión al anterior régimen con lo que ello implica en tiempo y en dinero sobre todo, a pequeños comercios –seguro que a la mayoría de las asociaciones por la “memoria histérica” y a los políticos de turno no les ha afectado-. ¿A cuántos creen estas asociaciones que, de las generaciones actuales, les importaba como se llame tal o cual calle? ¿No podría haberse producido un cambio natural con el paso de los años? No me extenderé más en ejemplos absurdos aunque, haberlos, ahílos.
Como conclusión, personalmente veo todo esto inútil y, por lo menos en mi caso, entiendo que mis familiares hubiesen preferido seguir en aquella cuneta olvidada a cambio de verme a mí seguir con mi vida, disfrutar de mi libertad como ellos no la disfrutaron y centrarme en contribuir a mejorar el presente y el futuro de este país. Destinar esos recursos económicos a otras empresas más fructíferas y normalizar, aún más si cabe, la actual democracia y libertad que algunos, de estilo “vintage”, siguen llenando de retajos del pasado que ya no tienen lugar.
Volviendo al comienzo de estas líneas, completo: “Aquel que no conoce su pasado, está condenado a repetirlo y, aquel que no es capaz de dejarlo atrás, está condenado a vivir sumido en él.”
El Listillo De Turno.
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